martes, 8 de octubre de 2019

Va un cuento de C.F. de su servidor: "Bueno, no importa..."



Bueno, no importa...

Aquel día de primavera comenzó como cualquiera. La contaminación a tope, robos, guerras aquí y allá, las noticias malas, deportivas y rosas, nada fuera de lo normal. ¿Qué quién soy yo? Su seguro servidor, Santiago Buendía, testigo de primera mano del evento que cambió por completo el curso de la historia humana, y que me propongo platicar, si ustedes, estimados lectores, me prestan su cara atención.

De no se sabe donde apareció una flotilla de grandes, muy grandes naves espaciales, parecidas a la película “Guerra de Independencia”, sobre las ciudades más pobladas del planeta. Silenciosas se posaron a unos dos kilómetros arriba de cada una. No se trataron de comunicar, no hicieron nada. La gente de todo el mundo sintió un poco de electricidad en el ambiente que les erizaba los vellos de la piel y mucho miedo.

De inmediato, los gobiernos reaccionaron. Primero, trataron de enviar aviones militares de reconocimiento, pero estos no pudieron volar, seguidos por algunos helicópteros de ataque que tampoco despegaron del suelo. Escudriñaron los objetos con radares antiaereos, y nada, ni siquiera encendieron. Los Estados Unidos, en su calidad de polizonte del mundo, incluso intento dispararles desde un moderno tanque, la chatarra no se movió. Luego con un rayo láser de alta potencia montado en un gran camión blindado que ni pio hizo. Incluso se supo que unos cuantos policías en la Ciudad de México trataron de disparar sus pistolas de cargo contra la nave. Los aviones militares y civiles que volaban en ese momento apenas tuvieron tiempo de aterrizar a salvo, los barcos, submarinos y portaaviones de llegar al puerto más cercano.

En resumen, ningún arma, pequeña o grande, mecánica o electrónica, nuclear o convencional, de aire, de tierra, de mar o incluso en el espacio, funcionaba. Además, Internet y todas las comunicaciones electrónicas digitales cesaron, excepto la antigua señal de la radio A.M. con su alegre música e interesantes noticias. Los gobiernos, los banqueros, empresarios y sus lacayos militares estaban totalmente indignados y en shock (se rumora que que no pudieron hacer traspasos de divisas a algún paraíso fiscal seguro). Buscaban, en secreto, de qué manera derribar esos navíos sidrales.

Al segundo día aumento el pánico de la gente así como la caída de la economía mundial. Las primeras reacciones fueron inevitables y, hasta cierto punto, esperadas. Los rusos denunciaron a los estadounidenses, afirmando que eran complices detrás de la invasión. Los norteamericanos le echaron la culpa a los chinos por interferir con sus satélites de vigilancia, y éstos a los indios por sus recientes pruebas nucleares. Los árabes culparon a los judíos, por su parte los franceses a Julian Assange, los ingleses a los rusos, mientras que la India conservó la calma, pero observaba con recelo a Pakistán. La Organización de las Naciones Unidas citó a una reunión de emergencia a su Consejo de Seguridad en su cede de Nueva York ese mismo día.

En el tercer día, a las ocho de la mañana, hora de Beijing, los visitantes transmitieron un mensaje por la radio de A.M. en la frecuencia de 1000 kHz. Fue captada, gradualmente, en todo el mundo y en un mandarín estándar, con un tono marcadamente artificial. El mensaje, que se repitió varias veces ese día, decía más o menos lo siguiente:

Saludos a la raza humana. Nosotros, habitantes del sistema “Kepler-186f”, según su nomenclatura local, venimos en misión de reconocimiento. Sentimos los problemas causados en este breve tiempo por nuestra presencia. Fue necesario neutralizar su armamento y comunicaciones disponibles. Pedimos la presencia de un grupo de líderes humanos para conocer de primera mano sus logros, problemas y planes para el futuro cercano. El grupo deberá ser representativo de la mayor parte de las regiones de su mundo y no mayor de 10 seres. Serán llevados a la nave ubicada por encima de New York, en cuarenta y ocho horas a partir de este momento. Les pedimos su total cooperación para retirarnos lo más pronto posible y no seguir interfiriendo con su vida normal.
Esta solicitud no es negociable

La reunión de emergencia del Consejo de Seguridad de la ONU seguía sin pausa, utilizando la planta de energía a diesel, para suministrar principalmente la climatización del auditorio, ya que en esa época la temperatura en Nueva York rozaba los 33 grados centígrados. Los miembros analizaban el problema y trataban de decidir si se formaba o no la misión diplomática de 10 personas para negociar con quién sabe qué seres. No había tiempo para necedades y retórica, restaban sólo cuarenta y dos horas para tener a la gente seleccionada. Para este momento, ya había decenas de muertos debido a revueltas y saqueos en todo el mundo, pues no había los servicios básicos entre ellos la electricidad y las comunicaciones. Se integró la comisión completa faltando nueve horas para la fecha límite. Por primera vez en la historia humana, creo, prevaleció el sentido común y hubo representantes, no por país, sino por región del globo, como lo pedían los honorables visitantes, con excepción del Vaticano y el Tibet, por si se ocupaba ayuda divina, dijeron algunos en la ONU. Los altos mandos militares, frustrados, se quedaron fuera, sin armas que usar. La lista completa, algunos reunidos en la sede de la ONU o bien ubicados en la ciudad de New York, por la premura del tiempo. Al final fuimos ocho hombres los elegidos, ninguna mujer. El Profesor Peter Foster, representando a América del norte, Dr. Santiago Buendía, América del sur, Lic. Yaw Appiah, Africa, Dr. Pearcy Keats, Europa, Ing. Mathew Cahill, Australia y anexas, Dr. Mikhail Bukavshi, Asia, Primer Cardenal Raymond Cataffarra, el Vaticano y Maestro Atisha, el Tibet.

Nos pusieron muy juntos a las afueras del edificio principal de la ONU dos horas antes del plazo fatal y dieron a cada uno una botellita de agua, una libreta y un lapiz, al Ing. Cahill un pequeño receptor/transmisor de A.M. Cumplidas las cuarenta y ocho horas, una poderosa luz nos iluminó y subió a la gigantesca y oscura nave, tomados los ocho de las manos, húmedas y temblorosas. Sólo prensa escrita atestiguo el evento, pues ninguna fotografía o vídeo pudieron ser tomadas.

Fuimos ubicados en cuatro enormes huecos de material, que se sentía entre plástico y hule, sentándonos de a dos por mueble. Esperamos unos cuantos minutos en total oscuridad. Sabía que me había sentado junto al Maestro Atisha por el tenue olor de esencia de médula de bambú que despedía. Escuché que Mathew trató en vano de encender el aparato de radio y el Cardenal una pequeña cámara miniatura de vídeo con flash que se escondió bajo la sotana. ¿Pero, qúe creen?, no funcionaron.

En ese momento, apareció, tenuemente iluminada de un tono verde enebro, la figura de un ser enormemente corpulento y, aparentemente, muy anciano, como de 4 metros de alto, tres ojos en la arrugada frente y dientes parecidos a los de un Tiranosaurio Rex, sentado en un sillón.

Bienvenidos muchachos, no teman que no les haremos daño... si cooperan. pronunció el ser en el mandarín estándar, similar al de la transmisión por la radio.
Señor, señor, nos podría hablar en inglés, por favor, todos lo entendemos bien Se animó a interrumpir Peter, temblando un poco y con la mano izquierda tapándose sus ojos. Noté que Mikhail y Yaw se movieron levemente en sus asientos, pero no dijeron nada.
No hay problema, aunque a mí me gusta más el mandarín, el inglés es un poco... bueno no importa ―dijo el ser, ya en un inglés con acento como texano.
Soy Magnuss III, capitán de esta nave y comisionado por la “gente” de Kepler-186f para interrogar a su especie. Como ya lo escucharon en la radio venimos en una de tantas misiones de reconocimiento y supervisión que hacemos a infinidad de planetas habitados en su galaxia, creo la llaman Vía Lactéa, vaya nombrecito le dieron... bueno no importa. Ya hemos venido a su planeta antes y queremos saber sus avances, logros, dificultades y planes que, como raza inteligente, deben tener.
Pero, Señor, con todo respeto, ¡HAY UN DIOS! que ilumina nuestro destino! Soltó con un grito agudo monseñor Cataffarra, secando su frente y prominente nariz con un pañuelo blanco de seda. Se hizo un silencio incómodo.
―¡Ah eso! pero, ¿a cuál de los más de cuatro mil dioses que su especie ha tenido durante su historia se refiere usted? Dijo en forma despreocupada el gigante, mirando hacia el cielo oscuro de la nave. Tenemos registro de muchos de ellos, y su religión respectiva, por si quiere que se los enumere ahora, muchacho.

Los ocho nos miramos asustados. Por lo pronto, no hubo tiempo de prepararnos para el examen que se veía venir. Tendríamos que hacer gala del conocimiento que genuinamente teníamos acerca del devenir de la humanidad; sobre este punto del universo, que ahora lo sabíamos, está densamente poblado de quien sabe que razas monstruosas, como ésta que ahora nos llamaba a cuentas.

―Jóvenes, ¡comencemos ya! , que cada minuto cuenta para ustedes, su gente está muy excitada haciendo ahora infinidad de tonterías ¡no aguantan nada! ―bajó del techo de la nave una enorme pantalla translucida que se situó frente a él donde brillaban una serie de caracteres extraños, amarillos y verdes.

Yo doy la palabra, cuando alguno de ustedes tenga algo que decir, levanta la mano derecha y registro su respuesta. ¿Dudas?

Los ocho levantamos la mano derecha. El monstruo movió sus grandes ojos negros de un lado al otro, fastidiado y emitiendo un poco de vapor de las fosas nasales.
A ver tú, el del sombrerito negro y chal azul con blanco, ¿qué es lo que no entiendes?
Pero, señor, ¿Es qué no nos va a permitir presentarnos, a cada uno, ante su gentil excelencia? ―cantó el maestro Atisha, con sus ojos bien abiertos.
No veo para qué. Para nosotros son una simple muestra de su población que requerimos para informarnos, de primera mano, de lo que ya les he dicho antes. A ver el calvito de traje negro, ¿qué te preocupa?
¿Se refiere a mí? preguntó Pearcy, con la cara roja y congestionada, al ver que Magnuss III se le quedó viendo, con sus tres ojos negros, fijamente―. ¿Y si no sabemos la respuesta a alguna de sus preguntas, Señor?, ¿qué va a pasar?
Nada, anoto que no lo saben y listo le contestó.
¿Podemos consultar con nuestras autoridades en la ONU a través del aparato electrónico de A.M. que traemos, y que por cierto no funciona ahora? ―soltó Mathew tímidamente.
No es posible, ya te dije que no tienen tiempo ―gritó el ser alzando sus enormes brazos con manos de cuatro dedos gordos que terminaban en garra. Los ocho hombres bajaron sus brazos lentamente. Prosiguió hablando.
Lo primero que queremos confirmar es el número de habitantes humanos en total y cuántos de esos satisfacen sus necesidades vitales de manera adecuada. Pueden comentar entre ustedes y cuando tengan algo que decir, alguno levanta su mano. Y les ruego encarecidamente: ¡NADA DE MENTIRAS Y CHAPUZAS, EH! ―gritó mostrando las 4 hileras de colmillos de su jeta.

Bajamos temblando de los asientos y nos reunimos en un círculo cerrado. En voz baja comenzó la plática, el Dr. Keats mencionó algunos datos. En tres minutos teníamos una respuesta. Levanté mi mano.
Tiene la palabra el gordito del traje grisaulló el ser, señalándome con una garra.
Señor, somos en la Tierra, en números redondos, unos ocho mil millones de humanos, y aproximadamente el cincuenta y cinco por ciento cubren correctamente sus necesidades, mientras el cuarenta y cinco restante vive en pobreza y sufren hambre.
Bonita carta de presentación murmuro para sí el magno ser y anotó algo en su pantalla de cristal―. La siguiente, eh, ¿cuáles son sus tres logros más importantes, como especie, digamos desde hace unos quinientos años a la fecha?
Nos volvimos a juntar, pasaron quince minutos exactos y el ser nos interrumpió con un grito.
―¡Suficiente! ¿Qué tienen que decir?
Vas tú otra vez me dijo Mikhail, picándome las costillas con su lápiz.
Señor, creemos que esa pregunta es algo capciosa porque nuestro planeta se divide muchos países, y cada uno tiene sus propias políticas, logros y problemas.
¡Ah eso otra vez! ―interrumpio nuevamente Magnuss III e irritado murmuró antes eran villas, reinos e imperios. Ahora son países. ¿Y ustedes creen que vamos a interrogar a sujetos en cada pedazo de planeta que mencionas? ¡Ni hablar! Hemos analizado, en las inspecciones anteriores, a algunos seres no humanos, como por ejemplo unos muy pequeños e insignificantes creo los llaman hormigas. ¿Cómo piensan ustedes que la inteligencia, fuerza y organización que presenta una colonia de cientos de miles de hormigas se manifiesta como si fuera un solo ser? Parece que existen castas o grupos especializados de ellas que hacen tareas específicas y, de alguna manera, quizá mediante símbolos químicos, se comunican y coordinan para alcanzar los objetivos de la colonia. ¿Hacen algo parecido sus países?
Pues no exactamente, señor le dije a manera de disculpa. Escurrían gotas de sudor en mi cara pues hacía mucho calor en esa parte de la nave, ¿Acaso unos seres tan avanzados no habían inventado el aire acondiconado, como el que tenía en mi oficina?―. Pero le podríamos mencionar algunos logros generales, como por ejemplo, la producción y control de la energía nuclear para generar electricidad para las ciudades y fabricar armas se me escapó―. Los avances en medicina que curan y previenen enfermedades de la gente. Y también, nuestros avances en ciencias, como física, matemáticas y biología. Claro sin mencionar las artes y la música clásica.
Anotado dijo el ser que manipulaba con sus garras la pantalla fente a él. ¿Escuché bien, hablaste de armas nucleares? Antes sólo vimos espadas, mosquetes, escopetas de pedernal y arcabuses. Dime, ¿Han usado esas armas cuánticas, alguna vez?

Si quieres yo contesto eso Santiago me cortó el profesor Foster visiblemente molesto. Yo me fui a mi asiento sintiéndome un poco culpable.
Bueno, Señor, hemos usado la energía nuclear para generar electricidad, como lo dijo mi colega, también se usa en medicina, agricultura, alimentación y conservación del medio ambiente, entre otras aplicaciones, como puntos a nuestro favor, aunque si se han utilizado armas atómicas, desgraciadamente. Sólo se han destruido dos ciudades, pero en una guerra mundial y de manera legítima. Se han hecho un un poco más de dos mil pruebas nucleares, por arriba y por debajo, de tierra y de mar. Además, en 2009, estrellamos un artefacto no nuclear de 2 toneladas en la luna para saber si había agua en un cráter. Eso es todo, creo.
¿Y por qué tantas explosiones nucleares de prueba? preguntó el anciano ser―. Bueno no importa... sigamos. Quiero que me digan ¿cuáles son las tres principales dificultades que enfrentan como especie? Quiero respuestas puntuales y no lloriqueos y lamentaciones, ¿entienden?

Nos volvimos a juntar para buscar la respuesta, cada vez más nerviosos. Lo único bueno es que allá abajo los de la ONU no nos estaban oyendo y queríamos creer que los invasores no eran unos soplones. Hablamos animadamente entre nosotros, y al cuarto de hora exacto, cayó la guillotina. Ahora yo le piqué yo las costillas a Atisha, que estaba muy tranquilito.
Vas maestro le dije.
Se separó del grupo, no muy conforme, e hizo una reverencia con las manos unidas y los ojos cerrados, al horrendo espécimen. Señor mío le dijo casi cantando―. Esa es una pregunta más fácil de responder. Pensamos que los tres principales problemas en nuestro planeta son, la sobrepoblación humana, el cambio climático y el agotamiento de los recursos naturales, como el petróleo y el agua dulce, entre otros, Señor.
Registro eso, jóvenes y la última pregunta, de ella depende el resultado de ésta inspección galáctica de rutina, y mucho de su futuro próximo, creo.

Parece que Monseñor Cataffarra no aguanto más, se desvaneció y azotó de fea manera en el piso de la nave. Varios nos acercamos a auxiliarlo.
Déjelo ahí que repose un poco dijo el monstruo, mejor mediten para contestar lo siguiente: De los problemas que habló el cantor del gorrito negro, cuéntenme tres estrategias de solución al plazo que su urgencia requiera, para cada uno de ellos. Corre tiempo.

Dejamos tirado al Cardenal y, ahora si todos temblando y sudando copiosamente, nos reunimos nuevamente. Yo, mal pensado, cavilé: ¡Qué oportuno el desmayo de su señoría! No lo dije en voz alta para no tensar más la situación.

Ahora sí, nos organizamos mejor, y muy rápido. Cómo es que el hombre se motiva cuando hay una emergencia planetaria, ¿verdad? Foster tomó el liderazgo, yo el reloj, Atisha y Yaw se ocuparon del cambio climático, Mathew, Mikhail y Pearcy de la sobrepoblación, Foster y yo del agotamiento de recursos naturales; usando cada equipo sus respectivas libretas para anotar las ideas. Van ya catorce minutos, les avisé. Pasaron los quince fatídicos, y nada ocurrió. Proseguimos las deliberaciones y anotaciones. A los veinte minutos exactos, el gigante levantó su brazo derecho y ladró.
¡Tiempo, quiero sus respuestas ya!
Monseñor comenzaba a reaccionar.
Señor, lo que le vamos a informar es solo una aproximación a la realidad le dijo Foster―. Nosotros no somos expertos en los temas que se abordan, con excepción del Dr. Buendía investigador del Instituto del Petróleo en México y el Dr. Bukavshi que es experto en movilidad poblacional y migración de la Universidad Estatal Lumonósov de Moscú. Los demás sólo somos académicos o representantes religiosos―. Atisha y Cataffarra, fruncieron el ceño un poco, éste último ya sentado en su lugar, limpiando ahora de polvo su nariz y cara.

El ser se levantó lentamente y murmuró. ―Bueno, yo pienso que al ser los tres problemas más graves que enfrentan, deben ser conocidos por la mayoría de los de su especie, y también, por supuesto, las principales estrategias para mitigarlos. Qué es lo más importante qué deberán hacer en conjunto y cada quién, ¿recuerdan a las adorables hormiguitas? Para entre todos sacar a flote este pequeño mundo, como la supuesta raza inteligente dominante que son, ¿o es que acaso no tienen una buena comunicación entre ustedes? ―bramó el coloso levantando la voz y barriendo con su tercia de ojos al comité humano.

No exactamente tosió Foster, rojo y sudando como si fuera una langosta en una olla caliente con caldo―. Trataremos de contestar lo mejor posible, señor, recuerde que estamos divididos en casi doscientos países, y pues cada uno toma sus propias decisiones soberanas Magnuss III fruncía sus tres ceños, hacía ruidos raros y anotaba en la pantalla de vez en cuando. Le explicamos que los tres grandes problemas están íntimamente relacionados, también sobre algunos avances logrados y datos relevantes, pero a todas luces insuficientes. Le platicamos de la ONU, UNESCO, OMC, FMI y otros organismos internacionales que coordinan los esfuerzos.
Cataffarra chilló, nuevamente Y lo más importante, hay un Dios que nos guía por el buen camino.
Ese último comentario, nada tiene qué... bueno no importa, sigamos. Ahora nuestro sistema universal de conocimiento analiza su información y predice, con bastante exactitud, lo que les espera en un futuro no muy lejano.

Nosotros todos, callados y tiesos como cabras asustadas, viendo las luces amarillas, verdes y ahora rojas de la pantalla, esperábamos lo peor.
Vaya, vaya, esto se pone interesante...
El monstruo comenzó a emitir una especie de risa.
―Jooc, jooc, jooc abriendo mucho su enorme hocico y soltando tres lagrimas que rodaron por su pétreo rostro.
¿Buenas noticias, Señor? ―me animé a preguntar en voz alta.
Nada de eso muchacho, es solo un chiste que mandó el granuja de Magnuss I, desde el planeta EPIC 201505350d. Es de los habitantes de aquél, pero ya traducido al tuyo, cuenta:
Papá, papá, ¿los marcianos son amigos o enemigos?
¿Por qué lo dices?
―¡Porque ha venido una nave y se ha llevado a la abuela!
―¡Ah! entonces son amigos! jooc, jooc. ―De nosotros, solo Cahill rió, pero creo que de nervios.

Ya en serio muchachos ladró el ser, limpiándose las lágrimas con algo parecido a una jerga para trapear―. Nuestro sistema nos informa que en 500 años que regresemos a la siguiente inspección, si continúan con la tendencia destructiva relacionada con su estilo de vida y sistema económico predominante, encontraremos un ecosistema muerto y unos cuantos seres humanos vivos, estima entre 1,000 y 4,500 viviendo en árboles y cuevas, además de unos 50 ubicados precariamente en su satélite natural. Habrá también muchos insectos y algunos animales salvajes deambulando por ahí. De acuerdo con nuestra amplia experiencia adquirida en muchos planetas que hemos visitado, con edad y desarrollo similar al suyo, lo que les tenemos que recomendar tomar medidas urgentes para cambiar el rumbo de su desarrollo como especie dominante. Ustedes deberán buscar las mejores soluciones y aplicarlas lo más propnto posible...
Fue un placer atenderles chicos, yo me despido. Les recomiendo, por su bien, hacernos caso pues tienen poco tiempo, déjenme ver en la pantalla, dice aquí que a lo sumo 10 o tal vez 15 vueltas a su estrella para hacer lo que les sugerimos y enmendar su destino. Finalmente, al saber ustedes, inequívocamente, que hay muchas razas de seres en el universo, e incluso en su propia galaxia, no se sientan solos, son parte de la gran comunidad galáctica ―nos dijo Magnuss III, ya de muy buen humor, se levantó y desapareció.

Al sexto día bajamos a tierra. Las naves no se fueron aún. Ya la situación social era muy grave, había miles de muertos y decenas de miles de heridos por la violencia debido a la falta de alimentos, agua y electricidad.

Un grupo de Cascos Azules nos escoltaron, no muy amablemente, ante el Consejo de Seguridad en donde declaramos todo y entregamos nuestras libretas. El comité militar también estaba presente, en la parte de atrás del recinto. Fue una locura, hubo una gran discusión, gritos y golpes en las sesiones en el séptimo, octavo y noveno día. A monseñor Cataffarra le rompieron la nariz, a mí una costilla y a Mikhail lo golpearon en la cabeza con un sillón. Las naves seguían quietas en el cielo como esperando alguna respuesta. Pero, en la mañana del doceavo día, las naves se fueron y la energía, comunicaciones, armas y aires acondicionados volvieron a funcionar. El mundo volvía, poco a poco, a la normalidad.

Pronto alguien se dio cuenta que en la frecuencia de 1000 kHz de A.M. emitía una voz artificial en mandarín estándar, parecida a la de Magnuss III, un conteo 131400, 131339, 131338 y así cada hora, las veinticuatro horas de cada día.

                                                     FIN